lunes

Venecia



 Abre los ojos. Aún no ha amanecido. No deben ser más de las 6, piensa. Media vuelta. 

 El sol asoma entre los edificios y brilla sobre el agua de los canales. Un hombre de unos 50 años canta "Un´emozione per sempre" acompañado de su guitarra española junto a la entrada de una pequeña heladería. ¡Quiero uno!, replica ella señalando el helado de chocolate. Él la mira, y en sus oscuros cristales ve reflejada su sonrisa mientras asiente con la cabeza. ¡Pues yo lo quiero de chocolate y vainilla!.

 Tras un día agotador recorriendo toda la ciudad, y después de atravesar la plaza San Marcos, se sientan en uno de los escalones que hay libres al lado de las góndolas. Al fondo, el sol se esconde poco a poco entre los edificios. El cielo azul deja paso a un cielo cada vez más anaranjado. Ojalá pudiésemos vivir siempre así, recorriendo cada recoveco de esta bella ciudad, piensa él en alto. Llegaría el día en el que nos supiésemos de memoria cada esquina, y ya no nos parecería una ciudad tan mágica, le contesta ella. Quizás tengas razón… pero no por ello dejaría de hacerlo. Y cuando me aburriese de esta ciudad, nos iríamos a Barcelona. Después a París, Berlín, Estocolmo. Más tarde a Los Ángeles, Nueva York…. Se miran fijamente. Sus cabezas se inclinan hasta justo el punto exacto donde sus labios se juntan. Al fondo, ya no queda ni rastro del sol. La noche ha caído sobre Venecia. 

 ¡¡¡Riiing!!!.